Meditar en la naturaleza

Si hay un espacio entre tu y la verdad, no es la verdad.


Cualquier momento y cualquier lugar pueden ser buenos para meditar si lo pretendemos, pero la naturaleza nos brinda ese espacio ideal. El contacto con el aire, los posibles sonidos del agua, las aves u otros animales, la luz, los aromas, el suelo, las plantas…, toda una serie de elementos que percibimos a través de nuestros sentidos. Sin pretender entrar en todo lo que implica las técnicas de meditación, podemos acercarnos  de una manera muy sencilla.

El momento ideal. Aunque muchos momentos pueden ser ideales, el amanecer y la puesta del sol son muy especiales. En estos momentos, el viento suele estar parado, con lo cual resulta más agradable. Los colores cambian progresivamente, variando incluso en tonos morados y anaranjados si el cielo no está nublado.

Postura adecuada. Probablemente, no es necesario realizar posturas complicadas o incómodas. Si tenemos la posibilidad de encontrar un tronco o roca que nos permita asentarnos de forma cómoda como si fuera una silla, puede ser útil. Procuraremos tener en todo momento la columna recta. Poniendo nuestras manos sobre los muslos nos ayudaremos a tener la postura correcta.

Si tenemos la suerte de estar en un lugar con arena como puede ser la playa o en un prado con hierba tapizante, también podemos adoptar la postura del loto, con las piernas cruzadas, procurando siempre mantener la espalda recta, la barbilla ligeramente hacia el pecho. La parte posterior de la mano, sobre las rodillas, formando los mudras (uniendo las yemas de los dedos a modo de círculo) con los dedos pulgar e índice si lo preferimos.

Es muy importante llevar prendas de vestir que no nos aprieten, así como evitar relojes y cinturones. Lo ideal es llevar ropa suelta de algodón. Si hace frío es importante estar abrigado para estar cómodos.

Respecto al tiempo, se puede decir que depende de la persona y de cómo nos encontremos en ese momento. Si no estamos muy acostumbrados a realizar este tipo de actividad, conviene comenzar por tiempos pequeños como 20 minutos, de modo que nunca nos sintamos agobiados. Conforme vayamos practicando, nosotros mismos ampliaremos el tiempo si nos encontramos bien y lo consideramos. Una respiración suave nos ayudará. Podemos contar los tiempos (por ejemplo hasta seis), en la inspiración y en la expiración, y siempre por la nariz.

Si estamos en la naturaleza, es muy importante que comencemos identificando el medio y el lugar donde estamos una vez elegido el lugar. Comenzaremos mirando todo lo que está a nuestro alcance e identificando los sonidos, así como los aromas. Poco a poco, dejaremos la vista perdida, de modo que estaremos viendo pero sin mirar nada concreto. También podemos optar por cerrar los ojos. Después de identificar los sonidos, los oiremos, pero no los escucharemos. Trataremos de permanecer en ese estado, tratando de no detenernos en ningún pensamiento (por supuesto que nos vendrán, pero no nos detendremos en ellos).

El sonido del agua tanto si estamos en la playa como cerca de un río, puede resultar muy gratificante