Cada vez y con mayor asiduidad olvidamos las cosas sencillas, se olvidan y quedan relegadas a la espera de “tener tiempo” para ellas. La vida se convierte en ese momento en una vorágine de estrés, trabajo (quien lo tenga) y circunstancias...
Os propongo (y me propongo) cultivar el arte de disfrutar de las cosas sencillas. Así de pronto se me ocurren (aunque hay infinitamente más): cocinar con tiempo y cariño, preparar la merienda de nuestros hijos, cultivar unas plantas y flores en el balcón o el jardín, sentarse a leer un libro en nuestro sillón favorito o en el rincón de la casa que más nos guste, dar un paseo en buena compañía, incluso disfrutar de un buen disco o buena película sin más.
Me he propuesto y os propongo a todos, que cada día tengamos una iniciativa del encanto de la vida, una idea a tener en cuenta o una actividad que llevar a la practica si lo preferís y al final de cada mes, si es posible, encontrar treinta objetivos cumplidos que demuestren que vivir y disfrutar es un arte y un don al alcance de cualquiera de nosotros, simple y sencillo.
Me gustaría citar dos párrafos que vienen a mi memoria muy oportunamente, el primero de Robert Louis Stevenson, y el segundo de Scott Shaw:
“No hay ningún deber que mas infravaloremos como el deber de ser felices. Al ser felices sembraremos el mundo de frutos anónimos”
“Si apartas de tu vida los deseos competitivos y vives, simplemente, en tu propia paz y perfección, serás dueño de tu propio tiempo, y las cosas sencillas te llenaran de felicidad”
No me cabe duda de que con las cosas sencillas de nuestra vida es posible descubrir la certeza interior de una vida plena y dichosa.
¿Se os ocurre alguna cosa al respecto?.