Aunque poseyéramos todo lo que deseamos no estaríamos satisfechos.
Esta es la causa de nuestro mal, sobre todo en el seno de una sociedad orientada al consumismo, que nos lo promete todo, pero que nos priva de lo esencial. Ya que lo esencial no es obtener, sino ser, y cuanto más tenemos, más deseamos, y cuanto más deseamos, menos somos.
Nuestra verdadera riqueza, la que nos pertenece en propiedad y que nadie puede robarnos, esta dentro de nosotros mismos, profundamente escondida y casi siempre mal conocida.
Este fondo de nosotros mismos, estable y apacible, esta riqueza nuestra olvidada, sólo se puede descubrir a través de un método radical y riguroso.
El zazen, la práctica constante y asidua del Zen, es la llave que abre este reino interior.