Beber agua, hacer ejercicio y tener momentos de silencio



Un encabezamiento así en un sitio como éste, puede despistar, incluso al lector más sagaz. Efectivamente, se refiere a algo de lo que parece; pero va más allá de lo que se piensa. Partimos de la salud, es verdad, pero para desembocar en la Salud.

Aquello que desde hace tanto tiempo se aconsejaba en este campo, ahora se vuelve a aconsejar en la medicina oficial. Y, prácticamente, en todos los terrenos y enfermedades. La concepción natural del cuerpo humano va ganando terreno; así como las propiedades ventajosas de los elementos naturales; y su idoneidad. La practica preventiva del ejercicio de la salud es la que rige. Hay cada vez una mayor coherencia entre lo que se descubre y se practica.

En medio de todo esto, queremos ofrecer una pequeña aportación. Convencidos de que su puesta a punto puede, ciertamente, ayudarnos a una salud integral. Para ello queremos contar con todos los agentes de la salud, educadores en general, maestros del espíritu, padres y madres de familia, personas de buena voluntad.

Y dicho lo dicho, queremos desvelar una de las llaves del tesoro. Volvamos al inicio: “Beber agua; hacer ejercicio; TENER MOMENTOS DE SILENCIO”. De esto se trata.

El descubrimiento de las inteligencias múltiples.

Hasta no hace mucho tiempo, la única Inteligencia conocida y tenida en cuenta ha sido la “inteligencia intelectual” esa que nos hacía “listos” o “tontos”. La que nos capacitaba para “saber mucho”. La sentida como la más importante.

Y resulta que ahora se conocen en el ser humano las llamadas “inteligencias múltiples”. Inteligencias que hacen referencia a todas las áreas de la persona y vida humanas. Se habla de inteligencia matemática, deportiva, artística, emocional y espiritual, entre otras. Más todavía: se da el caso de personas inteligentes que triunfan menos que otras no tan brillantes intelectualmente, pero con una inteligencia emocional desarrollada. En otras palabras, hay más de una inteligencia, con funciones diferentes, y algunas más centrales que otras.

El dejar desatendida una de ellas supone favorecer el crecimiento de un ser humano, en alguna medida, “cojo”, desequilibrado. Y cuando el desinterés hace referencia a alguna dimensión importante, la deficiencia es mayor.

Dicen los entendidos que la inteligencia “espiritual” es la que cohesiona todas las demás.

Ella intenta plantearse y dar salida a las cuestiones más profundas de la vida humana. Hasta tal punto que llegan a tocar la metafisica, lo transpersonal, lo místico.

No atender adecuadamente la interioridad del ser humano es algo así como deslabazarlo, sin la necesaria consistencia.

Y si el pozo se seca o no emerge

Cuando éramos más pequeños, y teníamos el crecimiento al alcance de nuestro cuerpo, pensábamos que nos íbamos acercando muy lentamente a eso de “ser mayores”. Un proceso, en activo en aquel momento, pero que llegaría a completarse en la época de trabajar o de casarse. Así, la existencia de las crisis tenía (felizmente?) un recorrido señalado y no muy largo.

Pero he aquí que hemos llegado a esta edad estable, y, todavía, nos sentimos inacabados, madurando.

El mundo interior donde tiene su sede la inteligencia espiritual, está en permanente evolución y desarrollo. Lo nuevo, surge. Lo desconocido, se presenta. Lo tapado, se desvela. Lo ignorado, reclama. Y todo ese movimiento pide, de nuestra parte, una toma de postura. Tenemos que tomar nota. Tenemos que ahondar. Tenemos que aceptar lo nuevo. Tenemos que crecer. Mejor dicho, seguir creciendo.

Por eso la importancia de cultivar, también, esta dimensión.

La espiritualidad y la religión

Para liberarnos de prejuicios, para superar reticencias, es importante distinguir adecuadamente la espiritualidad de la religión.

Por una parte, la espiritualidad, desde nuestro punto de vista, es una dimensión presente en todo ser humano. En este sentido, cuando hacemos algo para atenderla, o sugerimos que otros la atiendan, no estamos añadiendo nada, ni sumando nada. Simplemente buscamos que cada uno responda, lo más posible, a todos sus anhelos. Buscamos la felicidad de todos.

En segundo lugar, toda religión es la consecuencia de una experiencia espiritual. Normalmente, no se puede dar la una sin la otra. Ni se puede identificar la una con la otra. Promover la espiritualidad no tiene por qué ser un proselitismo en favor de ninguna de las religiones existentes.

Tanto es así que, en estos momentos, se reconoce y valora la dimensión espiritual en, incluso, ateos. Ser espiritual no es ser religioso. Es ser plenamente humanos.

De aquí que el ser verdaderamente sanos, felices, realizados lleve consigo el que, además de “beber agua”, “hacer ejercicio”, añadamos el “tener momentos de silencio”.

José Cruz Igartua

1 comentario:

  1. Hola.
    Debo informar, que dependiendo de la percepción, el término (y la sensación) religión, difiere mucho de la acuñación generalizada, tanto por los responsables ortodoxos de llamar erróneamente a la religión con dicho significado, como por los foráneos que la siguen o no comparten.
    En todo caso se podría hacer cierta diferenciación entre religión ortodoxa y foránea. Mi religión es la espiritualidad.
    Y yendo más allá de su significado ortodoxo, religión como significado profundo o bien entendida, y fuera de los contextos religiosos obsoletos, comprende un sin fin de espiritualidad.
    La verdadera religión es la misma espiritualidad.
    No podemos dejar que esa hermosa palabras (re-ligare), caiga en una especie de maldición y desuso, o sea adueñada por las religiones.
    Y dicho esto, ya no hay que temer por decir religión como una autoridad en sí misma y como una designación de la propia espiritualidad.
    La Religión Universal es sinónimo de Espiritualidad.
    Abur...
    J.J.

    ResponderEliminar