``Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América [...],vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó [...], vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena [...], vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.´´
Jorge Luis Borges - El Aleph
De existir tal Aleph con gran seguridad en el se podría ver algo parecido a lo que Ron Fricke nos muestra en este espectacular documental. Todos los colores tienen cabida en esta obra, todas las culturas, todos los continentes, todos los climas, y todas las personas están representadas en la misma.
Los sutiles movimientos de cámara, calibrados al milímetro, captando simetrías de una forma impresionante así como el transcurrir del tiempo. Retratos de personajes anónimos que hielan por la humanidad que desprenden. La forma de jugar con las magnitudes y las multitudes.
Todo ello para transmitir una gran lección de humildad, señalando que cada uno de nosotros no somos mas que uno más.
En definitiva, un regalo para la vista, y en mi opinión una obra necesaria.
Ron Fricke, autor de "Chronos" y "Baraka", firma con "Samsara" la obra mayor de su trilogía. Si en su mediometraje "Chronos", el director buscaba en la expresividad de la imagen en el tiempo y en "Baraka" ofrecía una imagen caleidoscópica (y más humana) de nuestro mundo, con "Samsara" consigue el más difícil todavía, una conjugación de amor a la imagen y una reflexión ética de nuestro mundo.
"Samsara" pide un espectador capaz de mirar y pensar. No es "Samsara" una película adecuada para el espectador común, aquel que espera palabras, mensajes claros, direcciones. "Samsara" abraza desde el comienzo su carácter de rapsodia, de poema visual. Las imágenes dicen, pero connotativamente. En muchos compases, se puede asistir a "Samsara" bajo el hechizo de la imagen. Sin embargo, no es ésta la cualidad más señalada del trabajo de Fricke.
El director nos lleva de la mano de la imagen, estableciendo conexiones que repentinamente nos fuerzan a la reflexión: la perversa armonía de los mataderos, nos conduce a la manipulación del mercado sexual; la alucinógena armonía de Dubai, nos lleva a una reflexión sobre la artificialidad; la fascinante coreografía de los presos en Filipinas, dirige nuestra mirada a los ojos húmedos de un preso. Hay algo en ese bascular entre ética y estética que puede pasar desapercibido, y sería lástima. Fricke ha calculado cuánto de pensamiento late en la imagen comprendida: en ello radica la habilidad del filme.
Existen, no obstante, algunos momentos mejorables, momentos que ya eran perceptibles en anteriores filmes: abusos de la imagen programa (time-laps cinema), especialmente lastrante en "Chronos", recaídas en el cliché (como en la contraposición de la mujer con velo musulmana y la publicidad de hombres en ropa interior) e inserción de forzados extrañamientos (como la performance del actor con barro en su rostro).
Todo eso lo disculpa una película que nace de la raíz de la tierra (metaforizada en las dunas del desierto) y vuelve a la tierra.
Hay momentos que les aseguro les conmoverán: la lágrima solitaria en el rostro de la geisha, el mandala de arena creado con primoroso detalle y vuelto confuso polvo al final del metraje. Ojos, miradas, conexiones que van de la causa a la consecuencia, y de la consecuencia al polvo, esto es lo que nos ofrece Fricke. Y en eso, el director nos ha dado una lección de verdadero cine. Obra maestra en el género, sin duda.
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