Hoy os traigo un post un tanto "fuerte" pero que da mucho para pensar y reflexionar profunda y seriamente.
Josu Ozkaritz (en otras ocasiones ya os he hablado de el) es un documentalista vasco afincado en Australia y que en ocasiones colabora con esta página enviándonos algunos de sus trabajos.
Hace unos días Josu me envió un trailer de un pequeño documental que ha creado sobre el
genocidio ocurrido en Camboya en los años 70 y que acaba de publicar.
Sinceramente, yo no sabía absolutamente nada sobre el tema, pero después de visionar el trailer y quedarme con los pelos como escarpias quise saber mas y profundicé un poco sobre la historia reciente de Camboya.
Bien, para que os hagáis una ligera idea y por decirlo de algún modo, el horror con el que me encontré es tan brutal que no tiene nada que envidiar al genocidio nazi. Toda persona que se considere "de bien" no puede por menos que preguntarse: ¿como es posible un mundo "civilizado" en el que ocurran semejantes aberraciones?.
Sobre una población de 7,7 millones de habitantes, los Jemeres Rojos ejecutaron a más de dos millones, el porcentaje es brutal. Las ciudades fueron literalmente vaciadas y la población fue desplazada a los campos donde se vieron forzados a trabajar en condiciones miserables, muchos murieron. Todo bajo la bandera del verdadero comunismo, con Pol Pot como cabeza visible y con el régimen chino como modelo a seguir.
Jonathan Glover escribió "Humanidad e Inhumanidad: Una Historia Moral Del Siglo XX". Este libro contiene crudas reflexiones sobre el Holocausto, el estalinismo, Ruanda o la propia Camboya. Y precisamente una de las que más llega a impactar en el lector es esta última junto a la masacre de un pequeño poblado vietnamita.
Juan Pablo II afirmó que el Cielo y el Infierno estaban dentro de cada uno de nosotros. Y no hace falta ser católico para creer en esta afirmación, ni hace falta hablar en términos de un paraíso o llamas eternas. Basta con mirarnos a nosotros y a los demás, con recordar momentos en que nuestra voluntad de hacer “lo correcto” fue quebrada. Basta con intentar debatir sobre la definición del “Bien” o el “Mal” con personas de diferentes culturas y darnos cuenta de que no hay absolutos. Todos tenemos un lado oscuro y lo que nos hace buenos es la capacidad de resistirnos a él.
Pero... ¿Cómo afecta el entorno a una persona? ¿Cómo alguien bueno se vuelve malo?.
Bien, vamos a desglosar y ver todo esto por partes y aunque jamás encontremos una justificación (por que no la hay) intentaremos ser conscientes a grosso modo de algunos de los mecanismos que "entran en acción" y lo que el psicólogo
Philiph Zimbardo denominó como:
Efecto Lucifer.
El mayor genocidio de la historia
El genocidio camboyano es uno de los mayores genocidios de la historia, probablemente el mayor si se comparan las cifran con el tiempo transcurrido y la población afectada. Aproximadamente un cuarto de la población murió entre 1975 y 1979. Según las cifras expuestas por el historiador David Chandler, 1,5 millones de personas murieron por malnutrición, trabajos forzados y enfermedades mal atendidas. Otras 200.000 personas fueron ejecutadas sin juicio, clasificados como "enemigos". Camboya es además el país donde hay un mayor número de personas desaparecidas.
Jean Lacouture, periodista y sociólogo que en un principio defendió a los Jemeres Rojos, ha llamado a este proceso auto-genocidio, ya que la mayor parte de las víctimas pertenecían a la etnia jemer.
Principios ideológicos de los Jemeres Rojos
La ideología de los Jemeres Rojos tiene sus orígenes en el comunismo maoísta, que ellos interpretaban, según las palabras de Pol Pot, de una "forma creativa". Se basaba en los siguientes principios:
Puesta en marcha de una sociedad comunista de tipo agrícola. Esta sociedad se fundamentaba en los principios del igualitarismo, por lo que todo el mundo debía tener lo mismo. Esto llevó a la prohibición de cualquier propiedad privada, incluida la comida o los instrumentos para cocinarla. Las pobres raciones eran repartidas cada día por el Angkar, o institución superior.
Prohibición de cualquier influencia "imperialista". Como consecuencia, se prohibió la utilización de máquinas, no se podían tener textos, especialmente si eran en lengua extranjera, y se exterminó a todo aquel que hubiera recibido cualquier tipo de educación. Llevar gafas era también símbolo de imperialismo, por lo que las personas que las portaban eran asesinadas.
Educación doctrinal. Todas las personas eran sometidas frecuentemente a sesiones de reeducación. Según los principios de los Jemeres Rojos, era necesario aproximadamente un año para reeducar a una persona. Si después de ese tiempo, la persona mostraba algún signo de imperialismo, era dada por perdida y se prescindía de ella.
S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos del director camboyano Rithy Panh
He decidido deliberadamente no acompañar este post con imágenes del genocidio camboyano ya que, creedme, son extremadamente hirientes, no obstante el post no estaría completo sin información adicional, por ello he escogido uno de los mejores documentales que se han rodado sobre el tema: S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos. Podríais imaginar un documental sobre Auswitch con varios de sus torturadores como conductores del documental? Pues esto es más o menos lo que Rithy Panh monta en este espeluznante documental. Aviso con antelación que resulta muy duro.
S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos es una película del director camboyano Rithy Panh perteneciente al género documental histórico y uno de sus trabajos más destacados. La película trata el difícil tema de los jemeres rojos y pone frente a frente a dos de las víctimas del conocido centro de torturas S-21, hoy Museo del Tuol Sleng y guardias que trabajaron en ella durante el periodo 1975 - 1979, tiempo que duró el régimen de la Kampuchea Democrática. Destaca la presencia del maestro pintor Vann Nath, sobreviviente del oscuro régimen, quien lidera la trama y enfrenta a los antiguos verdugos con la realidad del drama humano de las víctimas.
La película, rodada enteramente con personajes reales, comienza en la casa de uno de los antiguos guardias de S-21 que es invitado a Phnom Penh a hablar abiertamente de la experiencia en aquel antiguo centro de torturas. El antiguo guardia, como otros, se encuentra en lo que hoy es el Museo del Genocidio. Asiste también otro de los pocos sobrevivientes que, sin embargo, se muestra emotivo. Los antiguos guardias, confrontados por el maestro Vann Nath, otro de los sobrevivientes, describen uno a uno los detalles de la vida cotidiana en la prisión, las formas de tortura, los pormenores de los interrogatorios que conducían a falsas e irrisorias acusaciones, los abusos de los cuales eran víctimas las mujeres, la sangre fría de los ejecutores, la distribución del espacio. El maestro Vann Nath, como la única voz autorizada de los más de 17 mil seres humanos que pasaron y nunca salieron con vida de aquel lugar, reclama una explicación que nunca tendrá una respuesta satisfactoria. Los guardias eran muchachos y estaban ellos mismos aterrados y "endoctrinados" por un sistema paranoico que veía enemigos en todas partes.
En una escena el maestro Vann Nath muestra a los guardias sus pinturas y les interroga el porqué de tanta maldad y cómo fue posible que no tuvieran compasión por las víctimas. Las respuestas son siempre que eran muy jóvenes y que también tenían miedo, que fueron adoctrinados a no tener compasión y que les decían que los prisioneros eran el peor enemigo del régimen.
Premios obtenidos por el film.
2003: Cannes: Premio François Chalais
2004: Festival de cine independiente de Buenos Aires: Premio Derechos Humanos
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Philip Zimbardo |
Philip Zimabardo y el Efecto Lucifer:
El psicólogo Philip Zimbardo realizó un estudio en 1971 que descorrió un velo sobre nuestra naturaleza. Convocó a estudiantes universitarios para una investigación psicológica denominada
el Experimento de la Prisión de Stanford. Los voluntarios fueron analizados para comprobar estabilidad psicológica, física y emocional y todos ellos eran jóvenes normales de la clase media. Los estudiantes fueron asignados como prisioneros o guardias al azar y confinados a una prisión montada en el subsuelo de la Universidad de Stanford. El proyecto – planeado para durar dos semanas – fue cancelado a los 6 días por haberse vuelto demasiado real para los participantes. Los prisioneros se volvieron sumisos y depresivos y los guardias se volvieron sádicos y abusadores. La notable transformación se dio en menos de una semana.
El Experimento de la Prisión de Stanford revive en conjunto con las atrocidades de la prisión de Abu Ghraib en el libro “El Efecto Lucifer: Entendiendo como la gente buena se vuelve mala”. Philip Zimbardo desarrolla una investigación penetrante sobre cómo casi cualquier persona, dada la influencia apropiada, puede abandonar su moral y colaborar en la violencia y la opresión. Sea por acción directa o inacción, la gran mayoría sucumbe ante su lado oscuro cuando se da un ambiente influyente. Más allá de la propia responsabilidad de quien no es suficientemente fuerte para hacer valer su opinión o defender sus valores, Zimbardo destaca cómo los males del mundo son responsabilidad de todos. Como remedio a este problema humano, el psicólogo propone una llamada al heroísmo. Una educación de valentía social en los jóvenes para evitar este tipo de abusos. No habla de superhéroes, habla del poder de la individualidad, de la capacidad de negarse al concepto colectivo, a las órdenes cuando éstas contradicen nuestros principios. En resumen, el coraje de ser marginado por defender nuestra moral. Sólo así una persona buena, puede evitar la maldad que anida en su naturaleza.
Cuenta la Biblia que Lucifer era el ángel favorito de Dios. El más bello, el más poderoso, el más querido. En su soberbia y ambición desafió la autoridad del mismísimo Dios y fue condenado a los abismos para dirigir el Infierno. Y el ángel más esplendoroso se convirtió en la bestia más temible, esa que el imaginario humano denominó Satanás. El Efecto Lucifer, es esta situación en que las personas justifican ser inhumanas con otras, algo que se da en todas las guerras. Los mejores de nosotros podemos ser llevados a cometer maldades bajo las circunstancias sociales adecuadas. Un líder que no nos atrevemos a contradecir, un grupo al que queremos pertenecer, un poder que nos consume la razón.
Zimbardo participó en la defensa de uno de los guardias de Abu Ghraib y, sin desestimar la responsabilidad personal del guardia, destacó la culpabilidad del sistema y de la administración de Bush. En enero de 2004 empezaron a exponerse extremas violaciones a los derechos humanos realizada en la prisión de Abu Ghraib durante el 2003. Los guardias de la prisión deshumanizaron, humillaron y abusaron de los prisioneros Iraquíes de formas horrorosas. Zimbardo, que presenció 24hs de vigilancia de vídeo y audio de la prisión, encontró numerosas analogías con su experimento de la prisión de Stanford. “El Efecto Lucifer…” hace un análisis psicológico sobre como las personas, siendo esencialmente sociales, crean redes y jerarquías al interactuar, formando mentalidades del estilo “nosotros contra ellos” en que se pierden los límites de pensamiento individual. El libro describe cómo los guardias de Abu Ghraib estaban influenciados por actitudes permisivas de sus superiores, en un ambiente de constantes bombardeos y turnos de trabajo de 12hs por 40 días seguidos. Como agregado, ninguno de estos guardias tenía un entrenamiento adecuado en la labor, sino que eran reservistas que ni siquiera estaban adiestrados para estar en zona de combate. Los reservistas en zona de combate no tienen jerarquía y este conocimiento lleva a una persona a querer hacer valer su derecho de estar cumpliendo una labor que supera su rango. Y la forma más directa de hacerlo es aplicar su superioridad en alguien inferior. En este caso, los prisioneros.
Zimbardo destaca que los guardias de Abu Ghraib debieron enfrentarse a un aumento de prisioneros de 200 a mil en sólo tres meses, entre los cuales había personas mentalmente enfermas o con tuberculosis. Y la única respuesta que tuvieron de sus superiores para enfrentar la situación fue “Es una zona de guerra. Hagan su trabajo. Hagan lo que sea que tengan que hacer”. ¿Cómo responde uno a una situación que se le va de las manos? ¿Cuándo deja de ser importante la otra persona, cuándo deja de ser humano? Toda nuestra bondad puede esfumarse en un segundo cuando perdemos perspectiva. Si sales de Safari y un león te salta encima, instintivamente protegerás tu vida. Si tienes algún poder sobre el animal, si tienes un arma, le dispararás. Y no habrás sido malvado, estabas defendiendo tu vida y era sólo un animal. Cuando deshumanizamos el entorno y nos sentimos amenazados, respondemos de la misma forma, pero habiendo humanos en el medio y una rutina en el proceso, nos volvemos malvados.
Si eres enviado a detener una manifestación sin ser policía, sin el entrenamiento adecuado, pero con una pistola con balas de goma y el correspondiente garrote. ¿Cuánto tiempo resistirás golpear a tus agresores? Si tus compañeros están atacando a diestra y siniestra, si tus órdenes directas son sofocar el disturbio ¿le dirías que se detengan? ¿Defenderías que va contra tus principios? Es cierto, de ese punto al abuso, crueldad y sadismo hay un gran paso. Pero, nuevamente, dadas las circunstancias, esa distancia puede volverse milimétrica. En el entorno, en la costumbre, bajo presión y queriendo ser parte de la red social, los límites se desdibujan y el santo se vuelve demonio. Y quien dude de esto sólo necesita recordar la última vez que se desvivió por ser aceptado en un grupo. Quizás no haya cometido maldades, pero sin dudas ha ido contra sí mismo en algún u otro momento por el sólo hecho de pertenecer. El tipo de acciones no es lo que define, sino nuestra incapacidad de oponernos al flujo general.
El Juego de la muerte.
El juego de la muerte es un documental que trata de hasta qué extremos puede llegar la obediencia y la sumisión de los ciudadanos al poder establecido.
El documental recrea las condiciones de los experimentos de Milgram sobre la obediencia, adaptándolo a un concurso televisivo donde la audiencia, el presentador y la organización del programa representan el poder establecido que ordena los castigos cuando las respuestas son incorrectas. Añade, pues, al experimento original la variable televisiva, analizando el poder que ésta tiene sobre la sociedad.
Los resultados son tan sorprendentes como terribles. 20 puntos porcentuales de incremento sobre los experimentos originales, llegando a alcanzar el 80 % de obediencia en los sujetos analizados. Un 80 % de personas que obedecen y hacen daño resguardándose en la autoridad y olvidando sus principios y sus propios deseos.
El documental nos deja profundas dudas éticas sobre cómo y en qué nos basamos para dirigir nuestra vida. Sobre si somos conscientes, razonables y racionales en nuestra vida diaria, aunque más allá de esto se centra en la televisión como centro social de nuestras vidas, como autoridad y como soma real y tangible.
Conclusión:
El Efecto Lucifer sólo puede contrarrestarse con valentía y determinación. Todos podemos ser crueles, tanto como podemos ser nobles. La diferencia está en afirmarnos en nuestros valores, ser fieles a nuestra ética. Probablemente esta actitud nos marque socialmente, nos condene al ostracismo, pero ahí yace el valor de nuestra acción, lo que nos convierte en verdaderos héroes. La capacidad de negar una orden inmoral, de decir libremente que algo está mal a nuestros ojos, aunque el entorno nos esté alentando a efectuar esa tarea que no nos parece correcta. Ese es el secreto para evitar caer en el lado oscuro: ser nosotros mismos, hacer valer nuestra unicidad e individualidad como seres humanos.